Ser imprescindible es una carga demasiado grande, así que a todos nos interesa trabajar para ser sustituibles.

A menudo decimos eso de que nadie es imprescindible. Lo decimos sobre todo cuando vamos a prescindir de alguien. Se lo decimos también a ese alguien para que le quede claro que no lo necesitamos. Es más un ejercicio de autoconvencimiento y de orgullo pero, ¿hasta qué punto es cierto?

Encontrar capital humano es todo un reto para las organizaciones. Pasas por un proceso de selección, de adaptación, de formación y de integración. Es una de las mayores preocupaciones de cualquier directivo y la eterna lucha de los departamentos de recursos humanos. Pero, ¿basta solo con encontrar a la persona adecuada? ¿Ya podemos descansar? Definitivamente no.

Una vez tienes a la persona adecuada el reto es que se quede. Para esto entra en juego el salario, por supuesto, pero tal y como demuestran diferentes estudios psicológicos sobre satisfacción laboral, otros aspectos como horario, ambiente, flexibilidad, conciliación, formación, capacidad de crecimiento, diversión o nivel de estrés serán decisivos. Por lo tanto, una buena estrategia de recursos humanos enfocada no solo en captar, sino también en mantener, es totalmente necesaria si queremos caminar hacia la excelencia empresarial.

Pero pese a cuidar esos factores, a menudo olvidamos que todos los miembros de una organización tienen sus propios objetivos. La pregunta que todos deberíamos hacernos es ¿son compatibles mis objetivos con los de la organización de la que formo parte? Solo aquellas personas que vean alineados sus objetivos con los organizativos, podrán llegar a sentir los organizativos como propios.

Recapitulemos. Entonces, si tenemos un buen modelo de captación, una buena estrategia de conciliación y desarrollo y un equipo alineado con los objetivos de la organización ya no hay de qué preocuparse, ¿no? Ojalá. Todo esto atiende a una fase de captación y mantenimiento, pero también nos enfrentaremos a la pérdida de capital humano. Es algo que siempre puede ocurrir, ya sea por causas más o menos previsibles. Una vez le hemos dedicado la atención que merecen los procesos de mantenimiento y captación, debemos prepararnos para perder a gente. Y con ello volvemos a hacernos la pregunta de hasta qué punto la gente no es imprescindible.

En Improva a menudo hacemos análisis en profundidad de empresas totalmente diferentes. Nuestra perspectiva aborda temas de procesos, temas organizativos, temas de sistema de gestión pura y temas de personas, y no en pocas ocasiones es este último grupo el que palía las deficiencias de los otros. Nos encontramos a diario con organizaciones cuyos procesos apenas están definidos, los sistemas de gestión brillan por su ausencia y el modelo organizativo ha crecido sobre la marcha y de forma completamente orgánica. Pese a todo ello, la empresa sigue adelante, y eso muchas veces ocurre porque las personas que lo integran han conseguido parchear todo lo necesario para seguir funcionando. Genial entonces, ¿no?

Quizá con todo ello percibamos resultados positivos, quizá incluso estemos cumpliendo los objetivos definidos, pero no confundamos resultados positivos con decisiones correctas. Aunque desde fuera todo parezca en orden, seguiremos sin procesos definidos, sin sistema de gestión y sin un modelo organizativo sólido. Aunque no nos estemos ahogando y desde fuera de nuestra embarcación todo parezca en orden, tenemos en nuestra bodega a un grupo de intrépidos marineros tapando agujeros y achicando agua como pueden. ¿Cuánto aguantarán? Y lo que es más importante, ¿dónde encontraremos a otros que sepan hacer lo mismo lo suficientemente rápido como para no ahogarnos?

Por suerte, a lo largo del año nos encontraremos con varios indicadores que nos ayudarán a hacernos una idea de nuestra capacidad de reacción ante una pérdida. ¿Cómo cubrimos las vacaciones de los diferentes miembros de la organización? ¿Qué ocurre ante una baja médica? ¿Y los días de asuntos propios? Si cuando alguien desaparece, todo lo que hacía queda parado hasta su vuelta, ya tenemos que poner el foco de atención allí. Si cuando alguien descansa, todo el mundo va de culo y las cosas apenas salen, algo hay que hacer.

Y hasta ahora podía parecer que todo este discurso solo era aplicable a un directivo que tiene que formar y mantener un equipo, pero reducir la dependencia beneficia a todos los integrantes. Llegados a este punto habrá quien piense que ser indispensable te garantiza tener trabajo en esa empresa, y quizá pueda llegar a ser así, pero ¿por cuánto tiempo y a qué precio? Si trabajamos para que todos seamos más o menos sustituibles, podremos responder también ante circunstancias personales, reduciremos nuestro nivel de estrés y facilitaremos una vida próspera a la organización. No se trata de que cuando no estemos la cosa mejore, solo de que si faltamos el mundo no se venga abajo.

Al fin y al cabo, desde mi perspectiva y la de cualquier miembro activo de una organización, el reto no es que tu superior tenga que contar contigo por obligación, sino que este pueda no hacerlo y aun así decida contar contigo por tu aportación de valor.

Ezequiel Blasco

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