Toda la gente de mi equipo conoce mi frase “los números del cliente SIEMPRE están mal”. Forma parte del welcome pack en Improva. Da lo mismo las veces que lo repita, cuando empezamos un análisis, el consultor novato, por senior que sea, se lanza de cabeza a por los números, a hacer excels, a rascar datos, a hacer correlaciones estrambóticas.
Las razones son tres:
Ficho a muchos ingenieros convencidos de que la realidad se puede conocer a través de los datos. Eso hay que cambiarlo.
Todos deberíamos haber trabajado como camarero, mecánico, operario o administrativo en vez de vivir entre algodones. Entenderíamos mejor el mundo.
Es más cómodo estar en una sala de juntas trabajando con aire acondicionado que manchándose de grasa en el sofocante ambiente del taller para entender de verdad la realidad.
El teletrabajo hace pocas semanas seguía siendo esa apuesta interesante de muchas empresas con programas de conciliación que muchos otros envidiaban. Ahora, de repente, puede ser la diferencia entre seguir funcionando o tener que parar la actividad. Cada vez son más las empresas que se suman a las recomendaciones de mandar a sus empleados a teletrabajar siempre que sea posible. Los cierres de escuelas lo convierten, aún más, en una necesidad, pero ¿están las empresas realmente preparadas para teletrabajar?
En los años 90 yo ya utilizaba todo tipo de artilugios tecnológicos:
De toda la parafernalia que existía en cuanto a todas estas tecnologías no queda prácticamente nada, los smartphones modernos han canibalizado casi todo ello. Los teléfonos móviles antiguos eran de múltiples formatos (con tapa, sin tapa, enormes, reducidos, etc.) y de un vistazo podías distinguir los diferentes modelos. Las PDAs desaparecieron con el boom del desarrollo de apps. De los navegadores GPS mejor ni hablemos. Tan solo las videoconsolas sobreviven a esta extensión absoluta de los smartphones. Y de la guerra absoluta por ser el fabricante que fija los estándares ya prácticamente no queda nada.
El abeto fue elegido por los cristianos para representar, con sus tres lados, la Navidad. Así se evocaba la Santísima Trinidad en estas fiestas. Además, es común en innumerables culturas su carácter simbólico de nacimiento, crecimiento y vida eterna.
Pero también tenemos otros árboles para lanzaros nuestros mejores deseos durante todo el año:
Hay organizaciones muy activas que generan continuamente multitud de acciones. Tienen:
Grupos de mejora.
Auditorías de calidad.
Sistemas de objetivos y reuniones de gestión.
Proyectos de cambio y transformación.
Incidencias a resolver que generan multitud de pequeñas actuaciones.
Cualquier estupidez que se le pasa al jefe por la cabeza.
Como consecuencia, toda la organización vive con la sensación de estar continuamente desbordada… y es así. Son organizaciones “que le tiran a todo lo que se mueve”.