No sé si a vosotros os ha pasado nunca, pero a mí, frecuentemente (soy bastante despistado). Coges el coche para ir a un lugar al que has acudido a menudo en los últimos meses/años, pero al que siempre has ido como copiloto, y descubres que no sabes llegar.
Crees que tienes unas ciertas nociones sobre el camino a seguir, pero a medida que avanzas yerras una vez tras otra al intentar trazar la ruta ideal. Te desvías, te pierdes, tienes que preguntar y te sientes un poco, sólo un poquito, idiota. ¿Por qué te pasa esto, si tú siempre vas atento a la carretera? Tu chofer habitual no acostumbra a perderse y tu pensabas que ir de copiloto bastaba para saber lo necesario para no perderse.
Existe una respuesta trivial, casi estúpida, pero que esconde la sencilla realidad y es que el conductor habitual dispone de información adicional ¿Por qué?
Si miras lo que hace el conductor verás simplemente lo que las apariencias indican, que coge el volante que lo mueve y que va mirando la carretera. ¡Tu tambien miras la carretera! Sí, pero el conductor mira algo más. El conductor tiene la responsabilidad de llegar al lugar de destino de la manera más rápida posible y por ello, toma referencias adicionales de las que no es consciente el copiloto, porque no las necesita, pero de las que en ocasiones ni el mismo pilto es consciente: La bandera en la esquina en la que gira, la tienda de jamones justo dos calles antes de la calle en la que tienes que girar,… El conductor toma estas referencias mediante un sutil movimiento de los ojos, que un observador pasivo de la realidad obviará. Es más, es posible que si tú fueses el conductor las referencias fuesen otras.
Este es un fenómeno que está sucediendo a gran escala gracias a “TOM TOM”. Los GPS nos llevan de un lado para otro y nos convertimos en su número dos. Nos guían por rutas más o menos óptimas, pero nos hacen perder la capacidad de llegar a nuestro destino por nosotros mismos. Después cogemos el coche y es casi como empezar de cero, como si el recorrido que hicimos 20 veces con anterioridad fuese nuevo.
Los motivos por los que sucede ésto en el mundo de la empresa son diversas y dependen de causas que derivan tanto del estilo de Dirección del máximo responsable, como de la actitud de las personas que le rodean. Ambas razones están altamente correladas, ya que en buena medida es la propia forma de dirigir la que genera determinadas actitudes entre los subordinados.
Por un lado, organizaciones con estilos de dirección autoritarios generan equipos de seguidores pasivos. Si alguna persona tiene potencial para destacar por tener ideas propias y querer defenderlas, acabará dejando la organización, en cuanto se tropiece unas cuantas veces con un DG que no le escucha. Se irá a buscar alguna organización donde de vez en cuando le dejen el volante para poder conducir y así desarrollar por si mismo la capacidad para decidir un camino y seguirlo, pues esa un habilidad que se adquiere por la fuerza de la costumbre.
Pero no toda la culpa se puede achacar al estilo del hombre de vértice. Aún con el estilo de dirección adecuado un jefe se puede encontrar rodeado de un primer nivel de mandos pasivos, que prefieren no asumir riesgos y continuamente se dedican a proponer aquello que ya saben que a su jefe le puede encajar, quizás sea un equipo heredado. Algunos lo harán pensando que el servilismo puede ser una buena vía para conseguir el favor del jefe en el camino de la sucesión; otros, simplemente porque no aspiran a más, y prefieren rehuir enfrentamientos porque eso les hace la vida más fácil. Prefieren ir de copilotos e irse quejando cínicamente de los errores que la dirección comete, pero no desean coger las riendas, demasiados riesgos.
El riesgo de que un Director General se acabe rodeando de directivos serviles se dispara en empresas situadas en entornos rurales, donde la rotación de directivos es más limitada, donde la capacidad de los directivos de asumir riesgos está limitada por el elevado impacto que las decisiones de empresa pueden tener en el entorno próximo y donde ese servilismo de los mandos queda enmascarada en forma de una supuesta identificación de la persona con la organización, cuando en realidad no es más que miedo.
A parte del estilo de Dirección más participativo, que supone dejar el volante a ratos a las personas del equipo para que vayan ganando confianza en definir sus propias rutas, se requiere por parte del DG de la habilidad para desenmascarar a las personas pasivas que simplemente medran a su alrededor. A fin de cuentas es lo mismo que el directivo sea autoritario que que las personas se dediquen a descubrir que es lo que quiere su jefe para hacerlo. En ambos casos las consecuencias son las mismas y es que queda limitada la capacidad de desarrollo de la organización. Cómo jefe, se requiere de coraje para reconocer la labor de personas que continuamente se enfrentan a tus opiniones y para que esto sea así, es clave que los valores más básicos que subyacen a las decisiones prevalezcan.
Es difícil, por culpa del segundo principio de termodinámica (creo), que nos lleva a todos a realizar los mínimos esfuerzos, no caer en un papel de secundones frente a nuestro jefe. Si queremos evitarlo debemos ir de copilotos, pero hacer el esfuerzo de planificar la ruta, de visualizarla, avanzar a lo largo de la ruta entendiendo el porque de cada giro, como si fuésemos los que conducimos. Sólo entonces estaremos seguros de no caer en el letargo de la pasividad después de unos años de no llevar nosotros el volante. Tenemos que sentirnos Directores Generales no con el ánimo de suceder sino de aprender, requiere de un nivel de energía superior alzándote por encima de lo que tu propio puesto requiere, pero es que comandar una organización requiere de grandes niveles de energía.
AUTOR: Fernando Gastón Guirao
20:00 la contracción vuelve a producirse 12 minutos después, muestran cierta regularidad, parece que esta vez sí va en serio. Vamos a preparar maletas; si tenemos que ir de madrugada a la clínica, mejor será que dejemos a los niños con sus abuelos. Cuando les digo que vayan a preparar sus cosas, Andrea y Fernando empiezan a saltar y bailar en medio del jardín. Me sabe mal cortarles la alegría, pero no es momento de asumir riesgos. Tenemos que salir pitando, dicen que los terceros partos pueden ser ultra rápidos.
21:00 ya estamos en camino, circulamos por la autopista del Garraf a unos desesperantes 50 por hora. Hoy la velocidad variable nos juega una mala pasada, a 50 por una autopista plagada de radares y cámaras fotográficas, Vicky a mi lado dolorida por las contracciones. Quizás, si en la foto del radar sale mi coche con un pañuelo blanco por la ventana me anulen la multa, no creo… Una nueva contracción interrumpe mis pensamientos, han pasado once minutos desde la anterior.
22:00 nos encontramos con mis padres, emocionados, claro. El momento que llevabamos 40 semanas esperando, está al llegar, creemos. Me como una ensalada contrarreloj. La noche se promete larga y mejor tener energías para afrontarla. Nos despedimos con una nueva contracción. No quiero que me pase como a los corredores del Tour que cojen una pajara en el Alpe d’Huez porque se olvidan de comer.
23:00 camino de casa dejamos Barcelona, el ritmo de las contracciones se mantiene, pero la administración insiste en limitar nuestro ritmo de avance. Ahora paramos delante de un semáforo con un impecable paso de peatones todavía por estrenar, interrumpe la nacional permitiendo a unos viandantes, que jamás lo cruzarán, ir de ninguna parte a ningún lado. Llevo dos años pasando cada día por dicho semáforo y nunca ha cruzado nadie, ni cruzará. Me pregunto a quien le podría reorganizar un departamento para que dejase de hacer estupideces como ésta ¿Será La Generalitat o un Ayuntamiento? ¿Jamás pasa por aquí alguien que se de cuenta de la tontería que alguien ha cometido?
23:00 hemos llegado a casa y termino de montar el mueble que contendrá la ropita del neonato. Vicky se estira dolorida por la combinación explosiva de baches (de los de reducir velocidad) y contracciones. No han pasado ni 20 minutos que Vicky rompe aguas, ¿Será culpa de los baches? Se nos mezcla el terror con la alegría, salimos pitando. Los manuales dicen que primero se tienen contracciones cada 15, despues cada 10 despues cada despues cada 5,… Nosotros hemos pasado de 10 a ¡¡¡Uno y medio!!! Eso es parto inminente.
23:30 Salimos cagando leches. Nos volvemos a encontrar los asquerosos baches, los semaforos ya no están, bueno, yo no los veo :). Si me para la policia, me encantará explicarles la situación para ver como reaccionan. Las contracciones son continuadas. Todavía no ha habido tiempo de recuperarse de una, que Vicky se queja del dolor de la siguiente.
00:30 Llegamos a la clínica. Se llevan a Vicky mientras yo hago la admisión y voy al coche a buscar la canastilla. Cuando llego a la planta de ginecología a Vicky ya le han puesto la epidural. ¡Caray que eficientes! Ahora empieza la recta final, cada paso es más duro que el anterior. Es como llegar al Everest, cada paso exige más esfuerzo que los demás.
1:30 Ya no puedo hacer nada más que animar, el esfuerzo final lo tiene que hacer sola. Vicky, se agarra a las barras con fuerza y se revienta intentando dar a luz, su esfuerzo resulta sobrecogedor Yo le animo, no puedo hacer más. La comadrona nos mira, su mirada dice ‘por ahora no ha sido suficiente, esperemos’ y esperamos con resignación. Me siento impotente.
3:30 Las contracciones siguen, regularmente vuelven, regularmente se van, seguimos esperando, la naturaleza sin pedirnos opinión sigue su camino. Periódicamente entra Esther y anima a empujar a Vicky, yo animo a Vicky, Vicky se anima a si misma. Me mira y me recuerda el pánico que tiene a que le hagan una cesárea; sé que tiene pánico a los quirófanos y en especial a las agujas. Yo le miento, ‘seguro que sale ya’, cuando en realidad creo que lo más probable es que no haya parto natural, hace meses que sabemos que la niña viene grande, muy grande.
5:30 ¡¡¡Ha nacido Mar!!! la doctora ha conseguido que salga a pesar de los 4.190 Kg que marca la báscula. ‘Si no llega a ser así de grande la tenéis en el coche’, nos dice. Es preciosa, Vicky sonríe a pesar del dolor y del cansancio, no sé cómo le quedan fuerzas. Cuando las cosas las haces con pasión los resultadores son los mejores. El amor incondicional de los hijos por la madre es la recompensa.
En los momentos de estabilidad las empresas son como buques atravesando las aguas tranquilas. Se toman decisiones rutinarias a corto plazo y decisiones estratégicas de impacto a largo. Las primeras las tenemos muy por la mano, difícilmente van a generar grandes impactos y las podemos tomar sin grandes traumas. Las segundas son más críticas, pero como su impacto lo veremos a largo plazo, las podemos tomar con relativa frialdad.
La empresa se planteó un ERE pero finalmente decidió respetar el equipo, apretarse el cinturón y renovar el compromiso con toda la organización. Se marcaron como meta mantener los objetivos y la gente reaccionó apoyando incondicionalente a la empresa a la que pertenecían.
La presión que siente un jugador de golf en cada golpe, en un toneo como el Masters de Augusta, es como la de un directivo frente a una decisión en la que se tiene que despedir personas. Son los músculos grandes los críticos en estas situaciones, los que no tiemblan por el miedo. Si tuviésemos que confiar en los pequeños y nerviosos músculos de las manos, de reacciones rápidas e impredecibles bajo presión, difícilmente nos podríamos llegar a colgar la famosa chaqueta verde de Augusta.