Se considera como criterio para definir lo que es un superdotado, aquellas inteligencias que se encuentran por encima del percentil 98 en la campana de Gauss de distribución de inteligencias. Esto, según la escala, puede dar entre 133 y 142 de IQ. Ese percentil aplicado a nivel de nuestro país da del orden de ¡¡¡800.000 superdotados!!! Para hacer maravillas, ¿no? Ante tamaño cantidad de superdotación y tras uno larga jornada conviviendo con proveedores y clientes uno no puede evitar preguntarse ¿Dónde carajo se han metido todos?
Mi cuñado me contó una anécdota que vivió en un taxi en el aeropuerto; al subirse, se dio cuenta de que un listín telefónico colgaba del asiento del copiloto; todavía no existía la telefonía móvil, así que le extrañó. Al comentárselo al conductor, éste le dijo sonriendo: -Dígame un nombre- Mi cuñado abrió por un lugar indeterminado y soltó el primer nombre que encontró. El taxista respondió correctamente
el teléfono sin dudar un segundo, dejando a mi cuñado con la boca abierta. Siguió poniéndole a prueba a lo largo del recorrido y el hombre resultó ser prácticamente infalible. No hay duda de que una buena memoria es un buen atributo para un taxista pero, ¿Es esa la mejor manera de aprovechar para el beneficio del país tamaño recurso? A pesar de que un taxista tiene que tener una buena memoria (hoy con los GPS ya no tanto) ¿Es conducir un taxi la mejor profesión para aprovechar el talento de tamaño genio? Al menos tiempo para pensar tiene y por ello opta a disfrutar del goce intelectual de toda su jornada laboral. Quizás hasta sea feliz todo el día al volante…
En el siguiente artículo se habla de la sorprendente suerte de varios superdotados. Parece que nuestro taxista mentalista no es un “rara avis” y que lo que a él le sucede es un caso generalizado. Algún tipo de fenómeno psicosocial parece que impide que el resto de mortales disfruten de los beneficios que esas grandes masas neuronales con patas nos podrían proporcionar ¿Qué es lo que hace que esto sea así?
Puedo hacer un pequeño inventario de las causas que intuyo:
1.- Que una persona sea superdotada no quiere decir que siempre tenga la razón. En sus relaciones con los demás, esa persona deberá ser capaz de admitir su equivocación cuando la cometa. En la medida de que sea consciente de su superioridad intelectual, tendrá tendencia a pretender tener siempre la razón y defenderá sus ideas con enconada pasión, generando las correspondientes barreras frente a los otros. Desgraciadamente la humildad no es valor excesivamente frecuente.
2.- En la medida que su inteligencia es superior, tienden a trabajar con patrones mentales más sofisticados. La comunicación entre personas es más fluida cuando tenemos el mismo punto de vista sobre los mismos conceptos. Sin embargo, una mayor complejidad de patrones mentales implica que para ellos los significados de las palabras están llenos de matices, que dificultan una adecuada comunicación con las personas de su entorno. La comunicación puede permitir transmitir esos patrones a sus interlocutores igualando la capacidad de comprensión de determinadas ideas, pero ello requiere de tiempo y de la voluntad del interlocutor de enriquecer sus puntos de vista para comprender al superdotado.
3.- Patrones mentales complejos implica intuiciones fuertes (Como nos hace reflexionar Antonio Ortí en el magazine de La Vanguardia) si eres autónomo y puedes hacer lo que te de la gana, perfecto, harás grandes cosas; pero si tus intuiciones te guían en una determinada dirección, posiblemente las razones subyacentes sean de complejidad superior y requieran de mayor tiempo para explicitarlas, explicitación necesaria para convencer a los que te rodean de la bondad de tus planteamientos. La intuición sólo le sirve al que la tiene. Prepárate a preparar interminables powerpoints para defender tus razones. Eso es tiempo y al final uno se cansa de dedicar mucho más tiempo a convencer a los demás que a desarrollar sus ideas, es frustrante.
4.- Los estilos autoritarios de dirección, áltamente dominantes en las organizaciones, son especialmente perjudiciales para ellos. Es más difícil pecar de sumisión cuando se es plenamente consciente de las limitaciones intelectuales y de la pobreza de las ideas de la persona que pretende hacerte acatar sus órdenes. Desafiar a un superior autoritario es garantía de bloqueo de la carrera profesional.
5.- La realidad es enormemente compleja y existen multitud de riesgos y aspectos difícilmente evaluables en cada decisión de negocio que debes tomar. Una mayor inteligencia te hace tomar mayor conciencia de los riesgos que te envuelven, en la medida que realizas análisis más complejos de tu entorno. Pero esa mayor percepción de riesgos es fuente de bloqueos tanto a la hora de emprender nuevos proyectos, como de realizar evaluaciones en situaciones de incertidumbre. En ambas situaciones precisarás de dosis adicionales de arrojo.
6.- El mundo de la docencia no está preparado para dar cobertura a este tipo de perfiles. El tedio de la acción formativa, muy por debajo de sus posibilidades, acaba eliminándoles todo estímulo a su interés en aprender. También están especialmente preparados para identificar lagunas en las capacidades del profesorado, que queda devaluado frente a sus ojos. Existe un sorprendente porcentaje de superdotados que a penas logran terminar la enseñanza secundaria y no es de extrañar.
7.- En la medida en que superado un desafío desaparece el estímulo para continuar, tienen tendencia a dejar las cosas a medio finalizar para pasar a acometer tareas que les vuelvan a hacer utilizar todos sus recursos. Es como un atleta que está demasiado rato sentado, la tensión de sus músculos le obliga a ponerse de pie para aprovechar la energía acumulada en sus piernas y liberar las endorfinas que la actividad física le proporciona. Las mismas endorfinas que como dice Jorge Wagensberg producen El Gozo Intelectual, que el Premio Nobel de Física Leon Nederman califica como mejor que el goce sexual.
Pero como directivos ¿qué podemos hacer frente a las personas que identifiquemos como intelectualmente superiores?
- - Apuntarles a un excelente curso de escucha activa control emocional y comunicación, ayundándoles a equilibrar su perfil en el terreno de lo emocional.
- - Proporcionarles responsabilidades dándoles amplios márgenes de actuación.
- - Plantearles desafíos de magnitud, que les permitan sentirse motivados. Ubicarlos en áreas en las que sus capacidades analíticas puedan ser puestas a rendir.
- No tratar de imponer nuestros puntos de vista, dándoles tiempo para expresarse cuando no acabemos de comprenderles. Gastar especiales dosis de escucha activa con ellos.
- Que trabajen en equipo y que en el mismo haya personas capaces de completar y rematar las tareas más tediosas.
Pero lo que realmente ayudaría es realizar cambios en el sistema, porque lo que pasa no dista mucho de lo que sucede a otros colectivos minoritarios como sordos, ciegos, disminuidos psíquicos o personas con discapacidades físicas. El hecho de que la inteligencia extrema sea un atributo positivo no quita que las consecuencias para el que goza de dicho atributo puedan ser devastadoras. Una reforma del sistema educativo debería ayudar a que estas personas desarrollasen plenamente su potencial y al resto de la sociedad a convivir con ellas.
Lo malo es que la falta de visión es claramente un handicap y apoyarlo institucionalmente es políticamente correcto, sin embargo, el “exceso” de inteligencia no es tan evidentemente un problema y apoyarlo no daría demasiados votos, ¿o si? 800.000.
AUTOR: Fernando Gastón Guirao
El motivo por el que dividimos el mundo en categorías y la razón por la que tendemos a definir una cosa, concepto idea en base a un pequeño conjunto de características, que lo integra en una de esas categorías, es una cuestión de eficiencia en la toma de decisiones.
Por la misma búsqueda de eficiencia y para cumplir con las leyes de la termodinámica, que nos hacen vagos por naturaleza, las personas tendemos a dividir el mundo en categorías que nos simplifican la vida. Cuanto más amplias las categorías, más fácil es tomar decisiones y adoptar una posición respecto de los grupos. Yo por ejemplo, que soy nacido en Barcelona me las veo y me las deseo, delante de mucha gente, para hacerles entender que no soy ni del Barça ni del Madrid, simplemente no me gusta el fútbol. Lo sé, soy rarillo, pero parece que un buen número de mis compatriotas han dividido el mundo en dos: los del barça y los del Madrid y ni se les pasa por la cabeza, que pueda existir una tercera o una cuarta categoría.
Yo por ejemplo estoy en la categoría de consultor. El ser consultor me contagia inmediatamente a los ojos de muchos directivos de empresa de un montón de atributos que no deseo. A pesar de estar tirando adelante un nuevo modelo de consultoría, a la que digo la palabra consultor me pondrán en el saco de TOOOOODOS los demás consultores, cargándome con todos los atributos con que mi interlocutor haya construido la palabra consultor. Esto sucede porque es más fácil y eficiente dividir el mundo entre consultores y ejecutivos. Los consultores somos analíticos, charlatanes, teóricos, poco prácticos, idealistas, alejados del terreno, no orientados a resultados, elegantes, trabajadores y prepotentes. Un intermedio no existe, al igual que o soy del Barça o soy del Madrid, o eres consultor, con todo lo que ello conlleva o no lo eres.
Da lo mismo que las decisiones así tomadas sean mediocres, si tomas demasiadas decisiones mal, antes o después el sistema te pondrá en la calle, y pondrán un nuevo ejecutivo en tu lugar, que con un poco de suerte para el accionista lo hará mejor. De ir a un sistema que evoluciona guiado por la razón, vamos a un sistema guiado por una toma de decisiones rápida, casi aleatoria. La evolución de las empresas parece más guiada por una selección natural de ejecutivos y empresas que de casualidad la aciertan, que no por la razón. Más próxima al Darwinismo que al Creacionismo.
Eran mis inicios como consultor y la empresa para la que trabajaba me había asignado a un proyecto en una fábrica de alambre de acero, la fábrica más destartalada, inquietante y sobrecogedora en la que he estado nunca. En franca decadencia la fábrica era una agrupación de edificios descuidados, algunos de ellos abandonados, con las ventanas tapiadas y rodeados de hierbajos. Tan abandonada estaba la fábrica como la gestión en si misma.
Nosotros defendimos al jefe de mantenimiento. Habíamos revisado las conclusiones y consensuado con él el plan de actuación. A diferencia del Director Industrial, había asumido la responsabilidad sobre la situación y se había comprometido a cambiar. El desafío era enorme, la edad media de la plantilla era de 55 años y la de los mandos 61.


