Estaba hace unos minutos preparando la maleta para ir a Madrid, una reunión a primerísima hora me obligaba a viajar por la tarde y hacer noche en la capital. No sé si había dicho antes lo poco que me gusta llevar traje: lo odio, con lo que se me presentaba la duda, ¿Viajo con el traje puesto o me pongo algo cómodo y veraniego? La duda es razonable. Ya sé que cuando se mete el traje en la maleta, por bien doblado que esté, por firme que sea la base de la maleta, cerraré la maleta, y cuando la abra llegado a mi destino, el traje saldrá hecho un higo. Por mucho cuidado que ponga, no sé qué pasa en el interior de la maleta a oscuras, el desastre se produce.
La presión que hace la tapa de la maleta sobre el traje lo comprime sobre una base heterogénea. Esta base heterogénea, donde nunca falta el neceser, las zapatillas de running, ropa de deporte, un libro,… es la encargada de transformar la presión en unos horribles pliegues que pueblan la superficie de mi uniforme de trabajo afeándolo y haciéndome parecer un zarrapastroso cuando me lo pongo
La presión aplicada sobre algo requiere de orden bajo ella si no, destroza, igual que la enorme prensa del camión de recogida de basura que machaca todo lo que se arroja a su interior.
La presión es perfecta para, por ejemplo, encuadernar libros o construir tablones de manera laminada compactando materiales que anteriormente hemos apilado y alineado con cuidado. Pero si el alineamiento no es perfecto o no hay homogeneidad la presión no sirve más que para potenciar los defectos.
En las organizaciones pasa algo parecido, alguien desde arriba marca objetivos prácticamente irrealizables, habla con firmeza, si las cosas no van como estaba previsto, se queja amargamente culpabilizando sistemáticamente a sus colaboradores, y esperando que abajo pase lo correcto. A veces pasa, a veces no y a veces dicha presión es capaz de sacar lo mejor de uno pero frecuentemente saca lo peor de los demás.
Lo he vivido en muchas ocasiones, directivos que actúan sin conocer la realidad que se esconde niveles más abajo en el organigrama y que dan directrices y marcan objetivos sin consultar a nadie. Un socio de consultoría ni se sonrojaba cuando se comprometía con los clientes a conseguir el doble de ahorros que su equipo había estimado como razonables, le daba lo mismo. Ese objetivo acabaría convirtiéndose en una presión enorme sobre el equipo al cargo del proyecto, que tendría que salirse como pudiera. En ocasiones terminaba bien, pero frecuentemente terminaba como el Rosario de la
Aurora:
- Enfermedades y estrés.
- Parte del equipo abandonando la empresa.
- Autoestimas rotas al ser culpabilizados a gritos por el fracaso del proyecto.
- Clientes insatisfechos y proyectos fracasados.
En definitiva, trajes llenos de arrugas.
Lo de meter presión y esperar que suceda lo correcto de manera natural en ocasiones funciona, y eso es lo peor que le puede pasar a quienes les gusta dirigir a sus equipos simplemente por presión, se creen que es la forma correcta de actuar. Es como lo que les pasa a muchos con el golf, deberían dejarlo, no es lo suyo, pero de vez en cuando dan un golpe magistral y se dicen a si mismos “si lo he hecho una vez puedo hacerlo más veces”, y ahí siguen enganchados al campo buscando el siguiente golpe mágico.
Hace unos días hablaba con un catedrático universitario sobre el impacto que estaban teniendo los recortes presupuestarios en la universidad. Este catedrático pensaba que realmente había margen para unos buenos recortes: para priorizar mucho mejor las líneas de investigación, para ponerse las pilas a la hora de buscar financiación privada, para enfocar los recursos en el personal investigador verdaderamente válido y no en el amigo de…, para que se hiciesen un montón de cosas positivas; pero parece que eso no va a ser así aunque el gobierno se lo piense.
El sistema universitario no está organizado, no existe una mentalidad que permita reaccionar de la manera adecuada bajo la presión que supone el recorte presupuestario. Modelos organizativos obsoletos, sistemas de dirección obsoletos, corrupción a la hora de valorar méritos y asignar plazas... Amiguismos que están muy por encima de los intereses de la institución transforman la presión en destrucción.
Cuando termine la crisis es posible que en algunos casos se esté mejor, pero en muchos otros habremos empeorado y habrá que dedicarse a planchar muuuuchos trajes ya que...
"Las dificultades que estamos pasando están siendo aprovechadas por muchos para abusar impunemente de sus equipos".
Socio Director
20:00 la contracción vuelve a producirse 12 minutos después, muestran cierta regularidad, parece que esta vez sí va en serio. Vamos a preparar maletas; si tenemos que ir de madrugada a la clínica, mejor será que dejemos a los niños con sus abuelos. Cuando les digo que vayan a preparar sus cosas, Andrea y Fernando empiezan a saltar y bailar en medio del jardín. Me sabe mal cortarles la alegría, pero no es momento de asumir riesgos. Tenemos que salir pitando, dicen que los terceros partos pueden ser ultra rápidos.
21:00 ya estamos en camino, circulamos por la autopista del Garraf a unos desesperantes 50 por hora. Hoy la velocidad variable nos juega una mala pasada, a 50 por una autopista plagada de radares y cámaras fotográficas, Vicky a mi lado dolorida por las contracciones. Quizás, si en la foto del radar sale mi coche con un pañuelo blanco por la ventana me anulen la multa, no creo… Una nueva contracción interrumpe mis pensamientos, han pasado once minutos desde la anterior.
22:00 nos encontramos con mis padres, emocionados, claro. El momento que llevabamos 40 semanas esperando, está al llegar, creemos. Me como una ensalada contrarreloj. La noche se promete larga y mejor tener energías para afrontarla. Nos despedimos con una nueva contracción. No quiero que me pase como a los corredores del Tour que cojen una pajara en el Alpe d’Huez porque se olvidan de comer.
23:00 camino de casa dejamos Barcelona, el ritmo de las contracciones se mantiene, pero la administración insiste en limitar nuestro ritmo de avance. Ahora paramos delante de un semáforo con un impecable paso de peatones todavía por estrenar, interrumpe la nacional permitiendo a unos viandantes, que jamás lo cruzarán, ir de ninguna parte a ningún lado. Llevo dos años pasando cada día por dicho semáforo y nunca ha cruzado nadie, ni cruzará. Me pregunto a quien le podría reorganizar un departamento para que dejase de hacer estupideces como ésta ¿Será La Generalitat o un Ayuntamiento? ¿Jamás pasa por aquí alguien que se de cuenta de la tontería que alguien ha cometido?
23:00 hemos llegado a casa y termino de montar el mueble que contendrá la ropita del neonato. Vicky se estira dolorida por la combinación explosiva de baches (de los de reducir velocidad) y contracciones. No han pasado ni 20 minutos que Vicky rompe aguas, ¿Será culpa de los baches? Se nos mezcla el terror con la alegría, salimos pitando. Los manuales dicen que primero se tienen contracciones cada 15, despues cada 10 despues cada despues cada 5,… Nosotros hemos pasado de 10 a ¡¡¡Uno y medio!!! Eso es parto inminente.
23:30 Salimos cagando leches. Nos volvemos a encontrar los asquerosos baches, los semaforos ya no están, bueno, yo no los veo :). Si me para la policia, me encantará explicarles la situación para ver como reaccionan. Las contracciones son continuadas. Todavía no ha habido tiempo de recuperarse de una, que Vicky se queja del dolor de la siguiente.
00:30 Llegamos a la clínica. Se llevan a Vicky mientras yo hago la admisión y voy al coche a buscar la canastilla. Cuando llego a la planta de ginecología a Vicky ya le han puesto la epidural. ¡Caray que eficientes! Ahora empieza la recta final, cada paso es más duro que el anterior. Es como llegar al Everest, cada paso exige más esfuerzo que los demás.
1:30 Ya no puedo hacer nada más que animar, el esfuerzo final lo tiene que hacer sola. Vicky, se agarra a las barras con fuerza y se revienta intentando dar a luz, su esfuerzo resulta sobrecogedor Yo le animo, no puedo hacer más. La comadrona nos mira, su mirada dice ‘por ahora no ha sido suficiente, esperemos’ y esperamos con resignación. Me siento impotente.
3:30 Las contracciones siguen, regularmente vuelven, regularmente se van, seguimos esperando, la naturaleza sin pedirnos opinión sigue su camino. Periódicamente entra Esther y anima a empujar a Vicky, yo animo a Vicky, Vicky se anima a si misma. Me mira y me recuerda el pánico que tiene a que le hagan una cesárea; sé que tiene pánico a los quirófanos y en especial a las agujas. Yo le miento, ‘seguro que sale ya’, cuando en realidad creo que lo más probable es que no haya parto natural, hace meses que sabemos que la niña viene grande, muy grande.
5:30 ¡¡¡Ha nacido Mar!!! la doctora ha conseguido que salga a pesar de los 4.190 Kg que marca la báscula. ‘Si no llega a ser así de grande la tenéis en el coche’, nos dice. Es preciosa, Vicky sonríe a pesar del dolor y del cansancio, no sé cómo le quedan fuerzas. Cuando las cosas las haces con pasión los resultadores son los mejores. El amor incondicional de los hijos por la madre es la recompensa.
A pesar de la imagen que tenemos del golf, con el jugador retorciéndose sobre sí mismo y mirando a 300 metros de distancia para ver caer la bola, los largos golpes con el driver (palo que da los golpes más largos) no son lo más importante del golf. Todo el mundo recuerda los geniales golpes de Ballesteros, con su conocido juego irregular desde el tee (punto de salida del hoyo donde se se acostumbra a utilizar el driver), frecuentemente acababa en medio del bosque, teniendo que dar un golpe genial(siempre genial) entre las ramas de los pinos con un hierro(palo para golpes intermedios) , pero tampoco esos golpes son lo más importante del golf. Parafraseando el anuncio de desodorante, “en el golf te la juegas en las distancias cortas”.
La esencia de los campeones se deja ver alrededor del green, cuando ya estamos junto al hoyo donde debemos embocar. Allí utilizamos el put un palo tecnológicamente sencillo y cuyo manejo no requiere de una técnica muy sofisticada. Alrededor del green es donde se requieren las mayores dosis de estabilidad mental; hay que tener en cuenta que en una vuelta perfecta, 18 hoyos jugados al par del campo, el 50% de los golpes los darás, teóricamente, en el green y con el put. La importancia de este golpe queda numéricamente clara.
En esta época de crisis todo el mundo comparte la opinión de que crisis significa oportunidad y que hay que asumir riesgos. Cambiar significa asumir riesgos, todo el mundo reconoce en las conversaciones de cafetera, sin embargo en el momento de la verdad los directivos tienden a atarse a sus viejos paradigmas. Todo el mundo intuye que es lo que se debería hacer, pero pocos lo hacen. En esta época de inseguridad nos abrazamos con fuerza a nuestras viejas ideas, aunque intuímos que no son correctas, en un un vano intento de sentirnos un poco más seguros frente a la incertidumbre. Pero son viejas ideas que no flotan, que se hunden con el sistema, es como tratar de flotar en el mar agarrándose a un trozo de chapa metálica plana.
Su lectura me llevó a reflexionar sobre mi pasado profesional, en especial, en un caso concreto de una empresa, ya lejana en el tiempo, que se dedicaba a la consultoría de gestión de operaciones. El caso me permitía un análisis en términos del modelo que proponen los profesores del IESE Josep Riverola y Beatriz Muñoz-Seca en su libro:
No se trata de un libro dogmático, no se trata de un libro teórico, es extremadamente práctico y lleno de sentido común. El equilibrio y contrapunto que suponen sus dos autores, un filósofo y un ingeniero, permite presentar el proyecto del Real como un delicado equilibrio entre las humanidades y la técnica, entre las áridas operaciones y las “soft” personas. En un momento en que el punto de vista irracionalmente tecnificado y mecanicista que se tiene sobre el funcionamiento de las organizaciones ha producido un insano desequilibrio entre operaciones y personas, el libro de Riverola y Muñoz-Seca constituye un soplo de aire fresco, cargado de buen pensar y mejor hacer.