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No veríamos el talento ni que nos cayese encima

Estas vacaciones decidimos ir a Londres con todos los niños, sobrino incluído. Visitar una capital con tres niños y un bebé por acompañantes es poco menos que una heroricidad. Para facilitar las cosas decidimos alquilar un apartamento en las afueras y realizar el viaje en coche (aprovechamos para pasar por París a ver mi hermano). Después de 36 horas de viaje llegabamos a destino. En los siguientes días, a pesar del cansancio ya acumulado nos dedicamos a visitar museos, conocer lo super conocido como el Tower Bridge o el Big Ben y pasear y descubrir rincones menos conocidos(mis favoritos) pero espectaculares como Saint Katherines Docks (gracias al Geocaching).

La siguiente semana de vacaciones discurrió ya en el entorno nacional, concretamente en Fuencalderas, pequeño pueblecito absolutamente desconocido, ubicado en el norte de la provincia de Zaragoza, donde nació mi abuela. Nadie esperaría mucho de un minúsculo pueblecillo donde en invierno habitan no más de media docena de personas, el único comercio existente es un bar y en el que a la población más cercana, con más de 200 habitantes se llega por una carretera con más de 26 km de endemoniadas curvas. Si no lo conoce por otros motivos, nadie en una gran capital se va a planificar un viaje con la visita a Fuencalderas y su entorno como excusa. Sin embargo, los mejores instantes y los rincones verdaderamente expectaculares y exclusivos de estas vacaciones  discurrieron por estos parajes. En concreto el momento mágico se produjo en el espectacular mirador de los buitres, un rincón al que llegué con mi hermano en bicicleta, después de más de tres horas pedaleando, recorriendo el último kilómetro prácticamente desfondados después de superar las últimas rampas con pendientes que rondaban el 20% y con temperaturas que a las 2 del mediodía superaban con creces los 30 grados de temperatura (no sé qué hacemos con mi hermano que siempre nos acabamos metiendo en líos de estos).

Una frágil barandilla nos separaba de un abismo que se abría a nuestros pies, un pequeño y espartano refugio de icona era el único atrezzo que en ese punto se podía encontrar, no había atracciones de cartón piedra ni puestos de venta de recuerdos, no había animadores ni nada que pusiera barreras a nuestra interacción con el entorno. No había nada que nos hiciera recordar a la típica descafeinada y enlatada atracción de rapaces en un parque temático. Allí estábamos mi hermano Lorenzo y yo solos al borde de un abismo, viendo como los buitres pasaban planeando a pocos metros de distancia de nuestras cabezas, que dado nuestro agotamiento, debíamos parecerles una cena perfecta. Mientras nos sobrevolaban veíamos sus vientres y podíamos escuchar a la perfección el poderoso vibrar de sus alas contra el viento. Veíamos también en directo como algunos de los quebrantahuesos se dirigían a sus nidos con piezas capturadas entre sus garras, los veíamos llegar a sus nidos dónde, si hubiésemos llevado unos buenos prismáticos habríamos observado a sus hambrientas crías. Todo ello lo disfrutamos con los majestuosos Mallos de Riglos como telón de fondo ¡y gratis!

¿Cuántas personas habrán estado en la Polinesia, pero no habrán visitado las calas del Norte de Mallorca? ¿Cuántas han estado en Londres pero desconocen Barcelona? ¿Cuántas han estado en el zoo de Londres pero no han venido al mirador de los buitres? Andamos por capitales desconocidas mirando a lo alto y apreciando toda su belleza y por Barcelona nos movemos cabizbajos obviando los edificios modernistas que adornan todas sus calles. El refranero nos dice que "siempre es más verde el jardín del vecino" y que "nadie es profeta en su tierra".

Así como cruzamos el mundo para disfrutar muchas de las cosas que ya tenemos en casa, en las empresas nos vamos a buscar el talento fuera, pagando grandes salarios a head hunters para que busquen el talento lejos de donde "también" se puede encontrar. Siempre me he preguntado porqué esto es tan difícil, y supongo que por eso existen las empresas de selección de personal, para localizar el talento donde éste se encuentre; pero, incluso encargando la labor a profesionales reputados, no es de extrañar que te encuentres con candidatos que no se adaptan a tus necesidades a pesar de los minuciosos análisis a los que son sometidos. Muchas son las empresas que jamás lanzarían un proceso interno estructurado para valorar el talento existente y se da por sentado que puertas a fuera será más fácil, arrinconando al personal capacitado que durante años ha permanecido fiel a la compañía y dinamitando de esta manera la cohesión interna. ¿Por qué causas puede acabar arrinconado el talento?

  • Porque a los directivos nos falta desarrollar habilidades afinadas al respecto.
  • Porque no se valora la capacidad de las empresas especializadas para realizar un buen assessment, quizás a causa del excesivo intrusismo en este tipo de servicios.
  • Porque en las organizaciones existen personas con una enorme capacidad para evitar que el talento brille con luz propia: jefes, compañeros y nosotros mismos.
  • Porque arrastramos un pasado que nos hace ser inseguros por herencia e incapaces de pensar que tenemos la fortuna a nuestros pies o a nuestro lado.
  • Porque tenemos idealizado lo que es el talento, pensamos que las personas realmente talentosas son infalibles y a la más mínima todo el mundo acaba cayendo del pedestal(ver caer a la gente del pedestal podría ser deporte nacional en este país). Intolerancia.

Admito sugerencias para comprender porque procedemos así.

AUTOR: Fernando Gastón Guirao

P.D. Los mallos de riglos son los más conocidos gracias a que se encuentran a tocar de la carretera de Ayerbe a Pamplona, pero pocos conocen los Mallos de Agüero, talento escondido a pocos kilómetros de distancia, de mayor belleza y que vieron nacer a mi padre, Lorenzo también. Adjunto foto.

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